Quien me conoce sabe que no soy fan del networking. Me cuesta muchísimo: presentarme una y otra vez y repetirle a completos extraños, en menos de quince segundos, qué cosa hago que pueda ser tan interesante que deban seguirme escuchando. Me cuesta — y si tengo que hacerlo lo hago, pero si tengo la oportunidad de esconderme en una esquinita lejos del ojo interpelador de una muchedumbre, casi siempre preferiré eso.
(Dicho sea de paso: si me ven en algún evento buscando sigilosamente refugio en una esquinita, pasen a saludar. Si quieren podemos fingir juntos que hacemos networking, intercambiar tarjetas y todo eso, mientras en la práctica nos escondemos juntos. Nobody needs to know.)
Así que imaginarán que grande fue mi sorpresa la semana pasada cuando llegué al Foro Latinoamericano de Inversión de Impacto en Mérida, México — el FLII para los amigos — y descubrí que era un evento esencialmente de networking. A un lado, una manada de emprendedores entusiastas y hambrientos de capital; al otro, una colección de inversionistas con una abundancia del recurso más deseado: dinero.
En una esquinita: yo.
A continuación, la danza. Unos mostraban sus mejores plumas y cifras de impacto, los otros fingían no estar impresionados para no dejarse convencer tan rápidamente. Un espectáculo maravilloso y lleno de color con el trasfondo de hermosas haciendas yucatecas (cuyas problemáticas implicancias colonialistas tendremos que discutir en otro momento) en el que emprendedores buscaban conquistar inversionistas con sus promesas de cambiar el mundo.
En esto último radica la singularidad de este foro: a diferencia de los emprendedores que parodia con tanto realismo Silicon Valley en HBO, esta colección de emprendedores está realmente obsesionada con la creación de un impacto positivo en el planeta. Sea porque están trabajando activamente por la inclusión de comunidades marginadas, por la regeneración de nuestro vínculo con la naturaleza, por los derechos fundamentales de poblaciones invisibilizadas — es el impacto lo que los mueve. Pero lo que convoca a este foro es el entendimiento de que ese impacto tiene que ser sostenible y escalable: que no alcanza con qué funcionen una, dos, o diez veces, sino que tiene que funcionar diez mil, cien mil, o un millón de veces.
Eso requiere de mucha creatividad, y de muchos recursos — y allí es donde entran los inversionistas.
Esta publicación es solo para suscriptores de pago
Regístrate ahora y conviértete en suscriptor para leer la publicación y acceder a la biblioteca completa de publicaciones solo para suscriptores de pago.