Son ya varios años desde que Lima se ha convertido en un referente gastronómico global, y desde que sus restaurantes han empezado a aparecer en las listas globales y sus chefs tratados como celebrities con todo tipo de premios y documentales de Netflix. La edición más reciente de The World’s 50 Best se siente como llegar a la cima de la montaña, con una mezcla de reconocimiento y validación del trabajo coordinado y organizado que toda una industria viene haciendo minuciosamente hace décadas. El Perú, y especialmente la ciudad de Lima, se han convertido en un semillero gastronómico con nuevas propuestas de todo tipo — grandes, chicas, caras, baratas, simples, complejas — apareciendo todo el tiempo para saciar el hambre de una ciudad de 10 millones de personas que se pasan buena parte de su tiempo conversando sobre dónde irán a comer a continuación.
Por eso creo que vale la pena mirar hacia esta evolución y desempacar cómo es que se ha dado este crecimiento como industria — una industria que ha logrado no solo crear nuevas conductas a escala en los consumidores, sino modificar la manera como pensamos en la comida: no solamente como un producto de consumo, no solamente como un elemento cultural y tradicional, sino pasar a entenderla como una industria creativa como lo pueden ser el cine, el teatro, o las artes visuales. Una industria creativa que no solo vende platos de comida, sino que diseña a su alrededor visiones, conceptos, y experiencias.
Esto es interesante porque de este proceso evolutivo podemos extraer múltiples aprendizajes relevantes para la articulación de otras industrias creativas y en el Perú y otros países de América Latina. Pero también porque podemos empezar a hacer preguntas sobre qué viene a continuación para la industria gastronómica peruana, en un momento en el que hablamos cada vez más sobre emergencia climática, sostenibilidad alimentaria, economía circular, y diversidad e inclusión. Dado el momento por el que está pasando la industria, no es descabellado imaginar que desde el Perú pueda articularse una pequeña revolución que busque respuestas globales a una pregunta que será demasiado importante en el próximo siglo: ¿qué vamos a comer?
Para pensar a ese nivel, primero tenemos que analizar: ¿cuáles han sido los elementos que contribuyeron a la evolución de la industria gastronómica peruana como una industria creativa?
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